Amaneciendo en Marrakech.
Despertar entre las suaves y cálidas tonalidades de un sol que se adivina emergiendo perezoso, bañando de los tenues primeros rayos, unas figuras extraídas de aquellas imágenes que ilustraban algunos cuentos de las mil y una noches. Se empiezan a sentir las llamadas al rezo resonando su eco por toda la ciudad y estremeciendo a los turistas no acostumbrados a sentir la monótona voz entonando su llamada. Desde la mezquita más alta (Kutubia), invade la ciudad, iniciándose poco a poco el ir y venir incesante. Esta mezquita, sirvió de inspiración para construir la Giralda de Sevilla. Con sus 77 metros de altura es un edificio referente para cuando se hace la entrada en la ciudad.
Marrakech, bien puede ser el reflejo de todo Marruecos. Encontramos gentes que llegan de todas las partes del país y de todas las etnias que conforman la población marroquí, se mezclan entre los turistas que durante todo el año visitan este lugar del norte de África.
Todos se acercan a la Plaza Djemaa el Fna, donde el escenario es cambiante a lo largo del día y de la noche. Esta plaza, centro de la Medina, da paso a un sinfín de callejuelas. Por la mañana es más tranquila, pero a medida que va avanzando el día, podremos observar todo tipo de manifestaciones artísticas, vendedores, malabaristas, faquires, encantadores de serpientes… y un largo etcétera de demostraciones sorprendentes. Hasta aquí, se acercan como espectadores una multitud de turistas y residentes para disfrutar del espectáculo de esta plaza, corazón de Marrakech. Al caer la tarde, los tenderetes de comida al aire libre se van multiplicando entre los escenarios que ofrecen sus habilidades. Se cocina allí mismo entre tanto trajín, mientras los camareros tratan de convencer de las bondades de sus platos.
Está formada por la parte antigua La Medina llena de antiguos palacios y mezquitas, declaradas muchos de estos edificios Patrimonio de la Humanidad y regidos por distintas reglas con administraciones independientes. A pesar, de ser una ciudad donde el turismo es habitual, al encontrarse al sur de Marruecos, tiene los tintes conservaduristas que no tiene la parte norte del país. Tampoco hay que olvidar que es un estado confesional.
Fuera de sus murallas se extiende y cada vez más amplia, la parte nueva, construida inicialmente por los franceses.
Muchos son los monumentos, palacios y mezquitas. También podemos perdernos por los innumerables puestos de su Zoco donde encontraremos todo tipo de artesanía, en metal, cuero, cestería, etc. y donde es obligado el regateo.
Los ciudadanos españoles no necesitamos ningún visado para la entrada al país. Nos basta con el pasaporte con un mínimo de vigencia de tres meses que es la estancia máxima legal que podemos estar como turistas.
En cuanto a las condiciones sanitarias y de seguridad, nos sirven los consejos que repetimos, en general, para todos los viajes: agua mineral y lavado minucioso de verduras y frutas. Las ciudades importantes tienen buenos hospitales privados con personal cualificado, no así, en zonas alejadas y rurales.
Lo mismo en seguridad; atención a nuestras pertenencias en tumultos y aglomeraciones.
Lo mismo en seguridad; atención a nuestras pertenencias en tumultos y aglomeraciones.
El clima es mediterráneo seco, resultando excesivamente caluroso en los meses de verano.
Si nos animamos, con las debidas precauciones y un guía de confianza, podemos hacer un bonito viaje de aventura por el desierto.
Marrakech……… tierra de esencias!!